Buscador

12 de octubre de 2019

'O que arde' (2019), de Oliver Laxe


El espectador de 'Trono de sangre' (1957) no se creía ver al bosque caminar.  Esa toma, parte del conjunto de la última escena del filme, entronca directamente con el brillante inicio de 'O que arde'. Oliver Laxe elige filmar los eucaliptos cayendo desde un punto de vista alto, desde el esteticismo; el espectador no ve qué está sucediendo, de este modo, el director 'personifica' la naturaleza, le da vida al bosque. Esto no es sino una declaración de intenciones: el rural gallego como un personaje más. 

Oliver Laxe es, como Akira Kurosawa y Andrei Tarkovski, un mediador cinematográfico y sublime de lo natural. En la presentación de la película en NUMAX (Santiago de Compostela) el director sostuvo que "a beleza agóchase e hai que atopala": cuando la lluvia, el viento, la niebla y el bosque aparecen, fílmicamente, vivos y a la vez dirigidos, te das cuenta de que estás ante una mirada única. Si, como rezó la estética del Romanticismo, uno de los papeles del artista es hacer de médium entre la divinidad y la naturaleza (o entre la belleza y la naturaleza), reconciliándolas mediante el arte, el cine de Laxe es un gran poema panteísta y animista y él un 'demiurgo' de la estética natural de Galicia:  de lo ya-dado un mosaico, una obra gallega por antonomasia. 


Sin embargo, 'O que arde' no es sólo una escultura del espacio y una retórica adecuada, un uso de la imagen brillante, sino la 'tipicidad' del carácter rural, casi un estudio etnográfico y sociológico de vocación realista sobre sus relaciones, alejado de lo frenético de la ciudad, de las junglas de asfalto y del ruido constante. El campo son silencios largos y sonidos encontrados, una idiosincrasia distinta, como sugirió el mismo Laxe en la sala. La dicotomía rural-ciudad, rural-modernidad, está presente en diálogos y en detalles. 


Amador y Benedita se interpretan aquí a sí mismos en un alarde de naturalidad. Amador se expresa mediante 'susurros' y silencios: el espectador debe interpretar lo que dice y lo que no; un personaje sugerente que invita a pensar sobre la imposibilidad de pedir perdón, de redimirte de tus actos. Por otra parte, Benedita parece funcionar como 'universal concreto' de anciana-gallega-rural, aquel personaje que, expresándose a sí mismo, habla de un carácter y, sobre todo, de una historia y una biografía comunes a vivir sobre unas condiciones materiales tan características. El rural-urbano son antagónicos y sus reglas también lo son. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo